
En el caso de que el óxido ya haya aparecido la mejor solución es eliminarlo lijando bien la superficie y, a continuación se tiene que limpiar con un paño humedecido en petróleo o vinagre y posteriormente aclarar con abundante agua y secar con un paño limpio. Puede ser que aunque hayamos aplicado este tratamiento es posible que el óxido aún permanezca. En este caso es aconsejable retirarlo con un cepillo manual o uno acoplado a un taladro ya que su potencia es mayor que la de la lija. Si a pesar de todo no se consigue eliminar el óxido, la solución es pintar la parte afectada, utilizando una pintura especial anticorrosión con productos que se encuentran a la venta en cualquier tienda de bricolaje.
En la aplicación de cualquiera de estos procesos se tiene que tener muy presente el factor seguridad. El acceso a los toldos suele ser difícil por su altura y ubicación así que es recomendable utilizar los elementos adecuados y realizarlo en compañía de otra persona.
Debido a su ubicación, frecuentemente los toldos pueden presentar problemas de oxidación. Para solucionarlos existen varias opciones. En primer lugar, la más efectiva es la prevención. La aplicación de productos lubricantes o aceites sobre los elementos metálicos del toldo, que están expuestos a las inclemencias climáticas es una forma eficaz para protegerlo y evitar la corrosión.